sábado, 14 de agosto de 2010

Shaq en Boston


Shaquille O´Neil aterriza en la ciudad del río Charles. Es la última oportunidad para el gran oso negro de conseguir otro título de campeón de la NBA, el quinto. Toda la enorme mano derecha anillada es el último sueño antes de la invernación final del oso. El olvido mediático tendrá la oscuridad de la cueva y hay que aprovechar los minutos en pista (en blanco y verde) que le conceda el entrenador de los Celtics, el doctor Rivers.

O´Neil dice que aún le queda combustible en el depósito. Son 38 años de rodar como un tanque por las canchas alfombradas de todo el país, embistiendo como una bestia parda y negra, taladrando las defensas con su cuerpo denso, desgarrando fieramente los aros contrarios. Shaquille está lento (el oso negro es oso gris), pero en el centro de la zona es un imán de jugadores rivales, una presencia de 150 kilos, o kilates, un agujero negro que atrae la atención de las piececillas del equipo contrario, ensanchando el espacio a sus compañeros, dejándoles holgados y desenvueltos para ensayar su tiro afilado y mortal.

Los Celtics son un equipo veterano, pero aún conservan el espíritu pionero de los primeros peregrinos. Un equipo que es historia, pero que sigue escribiendo la historia. Shaquille O´Neil es su nuevo y escultórico cincel. El gordo y negro rotulador con el que escribir el título número dieciocho para la franquicia.

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