sábado, 21 de agosto de 2010

Un batracio llamado Stephenson


Larry Bird cambió los anillos logrados con los Boston Celtics por las solitarias planicies de Indiana. Allí ocupa un puesto en los despachos burocratizados de los Pacers, equipo derrotista y derrotado durante las nueve décimas partes de su historia.

Resulta que los Pacers se han quedado con un par de los cientos de jugadores universitarios que surgen cada año para nutrir la liga profesional de baloncesto. Hasta aquí lo habitual: cada año, un par de piezas jóvenes para incrustar en la maquinaria baloncestística de Indiana. Resulta también que uno de los nuevos jugadores elegidos se llama Stephenson. Hasta aquí tampoco hay nada anormal. Uno puede llamarse Stephenson como puede llamarse Estébanez. Pero resulta también que Stephenson les ha salido rana a los Pacers. ¿Cuál ha sido la anormalidad del batracio?

No sabemos qué cara tiene el muchacho, tampoco sabemos si tiene mucha o poca envergadura, lo único que hemos leído de él es que tiene la mano muy larga. Esto viene bien para agarrar la pelota, por ejemplo, pero no es admisible emplear esa mano tan larga para sacudir a tu novia. Y ésta parece que es la afición oculta de Stephenson.

No es la primera vez que emplea su mano larga y aberrante. En el pasado, los padres de la novia, conocedores de los pésimos modos del muchacho, obviaron denunciarle, para no torcer su carrera prometedora, tal vez meteórica. Eso dicen. Puede que los padres tuvieran igualmente su razón oculta: no privar a la niña de una lluvia futura de dólares.

Larry Bird se plantea demandar a la agencia de detectives que contratató para averiguar la vida y costumbres del muchacho. A los investigadores privados se les pasó lo de la mano larga del batracio. Y, por supuesto, la siguiente decisión de Larry será despedir a la rana de manos largas y brutales, mandándola de nuevo al cenagal, el pozo ciego y anónimo de los jugadores fracasados de la historia.

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