viernes, 10 de septiembre de 2010

Ricky, Rudy, Pili y Mili

Ricky Rubio y Rudy Fernández, Ricardo y Rodolfo, como los conocen en su casa, son dos jóvenes y publicitarias estrellas del baloncesto español. Son espectaculares en el pase y en el mate, respectivamente. Son también parlanchines y fotogénicos. Quedan bien en la tele y en las fotos de las revistas. Ricky es un icono imberbe y adolescente; Rudy estrena peinado para el último campeonato mundial. Se presentan en la cancha de baloncesto chorreando expectativas de triunfo.

El campeonato se celebra en Turquía, antiguamente otomana y crecientemente islamista. A las animadoras ha habido que darles un toque de atención. Demasiado alegres para la mentalidad islámica. Que no levanten tanto las piernas durante el baile, por favor, que el escote lo suban un poco, hasta el cuello más o menos, así está bien, si salen con velo o con burka mejor que mejor. Puede ir ensayando la danza de los siete burkas... La televisión iraní comprará los derechos de retransmisión, etcétera.

Pues en ese escenario de modernidad han saltado a las canchas Ricky y Rudy. No hay mucho público en las gradas. ¿Nadie quiere verlos? Los turcos reservan sus monedas para el equipo nacional y para las exhibiciones USA. Ricky y Rudy empiezan sus torcidas evoluciones. Ricky no dirige al equipo, ni siquiera pasa el balón con brillo esporádico. Rudy no alcanza el aro; no introduce el balón con fuerza en la canasta, no llega en ninguno de sus lanzamientos triples. Ha fallado los cinco intentos. El equipo resbala por la cuesta abajo de la derrota. El rival serbio derrocha desenvoltura. Todos sus jugadores son capaces de anotar. Y el hijo de Teodosio, o sea, Teodosic, lidera al equipo con un lanzamiento desde los Balcanes, cuando apenas quedaba tiempo para la victoria.

El banquillo serbio se extasía en el éxito. Me encanta el olor de la victoria, dijo el general McArthur. En cambio, Ricky, Rudy y el resto del equipo español se retira desangelado. Los serbios les han bajado los humos. Cuerpo a tierra. Lloros y lamentos tardíos. Hubo demasiado protagonismo de los estetas.

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