Lebrón tiene nombre francés y aspecto de lebrel, rápido y musculado sobre una cancha de baloncesto. Lebrón es un perro de presa que busca el aro y la gloria que le guarda el futuro. Lebrón es un ego rodeado de corona. Lebrón James, the King, espera un contrato grandioso este verano. Busca un equipo campeón, pues él no pudo hacer campeón a su equipo. Siete años de frustración parece que apuntan a la mudanza. Así que cuatro franquicias se lo disputan: Miami, Chicago, Nueva York, y un equipo de New Jersey que en dos años también estará dentro del glamour de New York.
Lebrón recibe a los delegados de las lejanas franquicias en sus oficinas de Cleveland. Los Nets de New Jersey llegan con nuevo propietario, un ruso blanco con aspiraciones de comerse América a golpe de billete verde. Flamígero y flamboyante, el ruso blanco llega a bordo de su limusina, igualmente blanca, para presentar sus proyectos deportivos y monetarios. Al ruso le acompaña un rapero amigo de Lebrón. Pero el ruso es el que paga, así que lleva la voz cantante: “En dos años nos mudamos a una cancha de Bruclin, o sea, Brooklyn. Nueva York es un mercado enorme y virgen para el baloncesto. Mi billetera está dispuesta a todo para rodearte de la corte de jugadores que prefieras. En este cheque en blanco pon el dinero que quieras y el nombre de tus compañeros.” La presentación ha sido un éxito. El ruso sale convencido.
Luego llegan los neoyorkinos de toda la vida, los Knicks. Tres décadas de fracasos para un proyecto que sigue inexistente. Lebrón los ignora con un manotazo como el que le dedica a los mosquitos.
Luego la visita de los delegados de Miami, con sus atractivos caribeños: la oferta de un buen sueldo, los menos impuestos que allí se pagan, la posibilidad de jugar junto a Dwyane Wade... Eso es lo malo: en Miami Lebrón sería una especie de Robin en el reino de Batman. Hay posibilidades, pero son decrecientes.
Y luego llegan los Toros de Chicago con la alargada sombra de Michael Jordan detrás. Es la mejor oferta: en la ciudad ya juegan dos buenos chicos, jóvenes y escasos de ego, Derrick Rose y Joachim Noah. El equipo ya tiene media columna vertebral. La sombra de Michael Jordan, sin embargo, es alargada; superarla parece un reto imposible. Tal vez si Wade o Bosh o Boozer vinieran para acá... Entre todos podríamos vencer a la sombra de Jordan...
Lebron despide a los delegados y sale de las oficinas. Recorre las avenidas de Cleveland sin saludar a sus antiguos seguidores, que están dispuestos de forma masiva a ambos lados de la calzada. Algunos hacen el gesto en cruz del espolvoreado de los polvos de talco, como hace the King en las canchas. Ellos lo hacen en la calle. Pero el rey no los mira.
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En otro lado del país los Celtics preparan su equipo para la liga de verano. Entre los turcos y biolorrusos que lo integran, también hay jugadores universitarios extra-draft. Entre los últimos se encuentra DeShawn Sims. Llega con su dura historia: su padre está en la cárcel por traficar con drogas; su hermano mayor también, aunque por un delito más grave, asesinato; otro de sus hermano cayó acribillado sobre las aceras de Detroit. Nunca más se levantó. DeShawn Sims tuvo que ser el hombre de su hogar cuando apenas se afeitaba. Ha sido el primer miembro de su familia en graduarse en la Universidad y durante la próxima semana buscará el primer contrato de su vida. ¡Suerte en la Summer League!
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