viernes, 9 de julio de 2010

Espaldas quemadas



Arde la camiseta de Lebron en los suburbios de Cleveland. Huyen hasta el infierno los sueños quemados. Lebron James abandona la industriosa Cleveland y se muda a las cálidas costas de Florida, dejando abandonados a miles de seguidores, vengativos y ardorosos quemacamisetas. En Miami, su nuevo equipo, le esperan a Lebron dos compañeritos que tratarán de auparle a un título que él no pudo lograr por sí mismo. Siete años en Cleveland y cero anillos. Bonita trayectoria de fracasos.

El propietario del equipo huérfano le dedica una carta de despedida: le recuerda sus evasivas presencias en los partidos de playoff --Lebrón se evaporaba en las jugadas decisivas--, le dice traidor, cobarde, jura que no le necesitarán para lograr un campeonato. La carta no es propia de un caballero/cavalier, pero son las palabras que merece quien ni siquiera descolgó el teléfono para comunicar la noticia de su huida. Lebron, cobarde. Malas maneras de ególatra televisivo.

Lebron ha dicho no a media docena de equipos, ha defraudado las expectativas de muchos seguidores, pasados o futuros. Demasiados odios anda sembrando el chico. En Cleveland se la tienen jurada. En su casa --él es de Ohio-- ya no podrá sentirse como en casa.

Lebron camina hacia un dorado porvenir de hipotéticos anillos, pero deja atrás la tierra quemada de su propio y recientísimo pasado. Lebrón es un espalda quemada.

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